Aunque ya llevaba un tiempo investigando, fue a comienzos de este año cuando el chef jerezano Ángel León sorprendió al mundo con su creación; un cereal cultivado en el mar.
El hallazgo en la Bahía de Cádiz de una planta (Zostera marina) en peligro de extinción y con un aspecto de espiga con grano, como si fuera un cereal, llevó al investigador y chef a ir más allá. Los análisis nutricionales respaldaron impulsar un vivero y, con tiempo, trabajo y dedicación ya tienen en marcha una forma de cultivarla. No solo la han salvado de la extinción si no que se ha convertido en una clara apuesta gastronómica.
El mar está lleno de recursos como recuerda Carlos Duarte, oceanógrafo de postín que conoce bien Menorca. Según Duarte, la acuicultura es relativamente reciente y aún tiene camino por recorrer porque de los 3.000 organismos marinos que consumimos solo hemos ‘domesticado’ un 15%.
El precedente del informe SOFIA sobre el estado de la pesca y la acuicultura en el mundo, junto con proyecciones estadísticas de la FAO, apuntaban que en 2030 la ingesta de pescado rondará los 24,1 kilos por persona y que casi el 60% procederá de la acuicultura. Los mismos estudios recuerdan que la dieta humana puede incrementar el aporte de pescado (y otros productos del mar) y que el 79% de las poblaciones de peces son biológicamente sostenibles si se rigen por una gestión eficaz.
Para mejorar el rendimiento de esta industria y reducir su impacto ambiental, el profesor Duarte propone certificar la acuicultura sostenible, estudiar dónde ubicarla en el océano para que no tenga impacto medioambiental, producir suficiente plancton para ser su alimento y bajar el nivel trófico de la producción. Duarte explica: no es lo mismo, criar salmones que comen otros peces que criar abalones que son herbívoros.
En las islas, fundaciones como Marilles está intentando incentivar la economía azul, basada en el mar, y sin duda aquí hay un filón.
Además, la acuiculura incluso aporta beneficios importantes pues tiene una menor huella ecológica que la agricultura y mejora en algunos casos, como las granjas de algas, la calidad de las aguas en las que se practica porque reduce el exceso de nitrógeno y fósforo.