Cada festividad de Sant Antoni, fiesta del pueblo de Menorca, se repite en Ciutadella una procesión religiosa que recuerda un determinado episodio de la historia local. En la Plaza de las Palmeras, en el extremo del Camí de Maó, hay una losa que recibe tres golpes cada 17 de enero.
El motivo es la representación de la entrada de las tropas del rey Alfonso el Liberal en Ciudadela, capital de la Menorca árabe, en 1287.
El reciente coronado monarca Alfonso preparó la expedición para tomar la isla de Menorca al almojarife Abû’Umar. Así, en las Cortes celebradas en Huesca el 18 de octubre de 1286 convocó a sus súbditos en Salou para desde allí partir a la conquista de la isla. Menorca había sido tradicionalmente vasallo de Aragón desde los tiempos en que Jaime I conquistó Mallorca (1231), pero el rey de la isla fue acusado de aliarse con Túnez e indirectamente con Francia y de dar apoyo a diversas plazas norteafricanas, además de haberse convertido en un refugio de piratas que entorpecían el comercio.
El 21 de noviembre, salieron las naves que hicieron escala en Mallorca, donde estuvieron hasta después de Navidad. 20 000 hombres y más de 100 naves catalanas, aragonesas y sicilianas arribaron al puerto de Mahón el 5 de enero de 1287, pero las tropas cristianas no desembarcaron hasta el 17 del mismo mes. Aunque las tropas musulmanas opusieron resistencia, se vieron forzadas a replegarse al castillo de Sent Agáyz (Santa Águeda) y a pedir la rendición.
El 20 de enero, se firmaron los Pactos de Sent Agáyz, por los que los habitantes de la isla pasaban a ser siervos del rey de Aragón y todos sus bienes incautados, excepto las ropas, a menos que pagaran siete doblas y media de oro en el plazo de seis meses. Los que no pudieron pagar fueron vendidos como esclavos en mercados del norte de África, como Bugía o Trípoli. Al rey Abû’Umar se le permitió abandonar la isla hacia Berbería con 200 familiares o allegados, además de su biblioteca, los restos mortales de su padre Said Ibn Hakam, cincuenta espadas y ajuar para el viaje. La isla quedó despoblada, sus tierras fueron repartidas entre la nobleza y la repoblación corrió a cargo de catalanes en su mayor parte, valencianos y aragoneses. Permaneció en Ciudadela durante 45 días, donde dictó las directrices para el gobierno de la isla y mandó construir la Iglesia Catedral sobre la antigua mezquita, aunque su construcción no empezó hasta alrededor de 1300, cuando Alfonso III ya había fallecido.
Siguiendo la tradición, tras la misa solemne celebrada en la catedral, se forma a las puertas de la iglesia una comitiva mixta de autoridades políticas y eclesiásticas. Los tres concejales nombrados por el ayuntamiento, ataviados con frac negro y bicornio, montan los caballos que les esperen bajo las escaleras de la catedral y el de mayor edad recibe el pendón para que lo lleve con solemnidad durante todo el trayecto.
La procesión, donde también se pasea la imagen de san Antonio con un lechón en los pies, sigue un recorrido muy preciso que coincide con el antiguo perímetro de la ciudad, sobre el que se levantaba parte de las murallas medievales, hasta que llega al lugar donde estaba la puerta de entrada a Ciutadella. Aquí es donde se reproduce la ceremonia central de la procesión: dar tres toques con el asta del penón del rey sobre una baldosa con la letra T, la Tau del santo, ritual que ejecuta el concejal más joven de la corporación.
La cruz de tau es una figura emblemática en forma de la letra griega. Justo Lipsio (1547-1606), en la terminología sobre las formas de cruces que él inventó, llamaba a este tipo de cruz la ‘crux comissa’ por ser empleada como signo distintivo de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio. Se llama también cruz de San Antonio Abad.
A continuación, el obispo o representante eclesiástico de mayor rango entona un tedéum en acción de gracias y la comitiva, por el portal de Maó, vuelve a la catedral, donde termina la procesión.
… es inexacto… no es la procesión la que recuerda la conquista, sino la corporación municipal… el clero es un convidado de piedra que intenta desesperadamente figurar a través de una procesión que no pinta nada, pues estamos hablando de un hecho de armas, un cambio poblacional y una nueva cultura con nuevos menorquines… ni siquiera la supuesta aparición de un ectoplasma en la batalla para guerrear al lado de los soldados en contra de los moros, es cierta, obviamente… el clero no pinta nada porque no es una fiesta religiosa, es la diada de todos los menorquines, tanto los creyentes como los ateos que somos mayoría, así que si algo hay que celebrar es la menorquinidad de todos nosotros, no el catolicismo de unos pocos…