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¿Por qué nos sentimos más cansados en primavera? Los secretos de la astenia

No es una enfermedad y no todo el mundo la siente, pero existe y se puede prevenir y tratar

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Foto: Pixabay

¿Lo han notado? Un cansancio poco habitual, una sensación de que arrastramos los pies y todo nos pesa más. Los expertos confirma que puede definirse como una sensación pasajera y subjetiva de cansancio, tanto físico como intelectual que, sin tener una causa orgánica definida, está relacionada con el inicio de la primavera, especialmente si el calor se presenta demasiado pronto y va unido a oscilaciones de la presión atmosférica y de la humedad ambiental. Ahora miraremos la previsión del tiempo con otros ojos. En este 2023 en Menorca se dan las circunstancias que podrían justificar esta sensación.

Estos cambios climáticos, como las variaciones en los horarios y hábitos de vida que se producen por ajustar el horario con las horas de luz, hacen que en algunas personas afloren sentimientos de nostalgia, tristeza o apatía que, aunque en un inicio, pueden considerarse poco preocupantes, a medio y largo plazo pueden acabar ocasionando problemas más serios. No es lo más habitual pero incluso pueden requerir atención médica si no se toman algunas medidas para evitar que se alarguen y desborden al paciente.

Lo hemos consultado y la astenia primaveral no tiene consideración de enfermedad. Al menos no la reconoce la Organización Mundial de la Salud.

Entonces, ¿por qué se produce y por qué la notamos? Parece estar relacionado con desórdenes en el mecanismo fisiológico. Es el proceso normal de adaptación del cuerpo a las condiciones del cambio de estación.

Este síndrome, incluido dentro de los denominados trastornos afectivos estacionales, se manifiesta mayoritariamente en mujeres, presentado una forma muy variable entre unas personas y otras. Hay elementos que pueden interferir en la salud normal y que se repiten año tras año (factor alérgico) o ser meramente puntuales (factor vírico). Esto también influye en la sensación que estamos abordando.
Si vamos a los datos estadísticos, su incidencia en los últimos años ha experimentado un alto crecimiento y a pesar de la dificultad de encontrar estudios epidemiológicos que avalen con solidez esta afirmación, se estima que entre un 10 al 20% de los pacientes que acuden a la consulta del médico de familia durante las primeras semanas del período primaveral lo hacen por cuadros asténicos. Se estima que aproximadamente un 2% de la población sufrirá sus efectos en alguna etapa de su vida, siendo más probable que tenga lugar en la franja de edad que va de los 20 a los 50 años.
Hay estudios de todo tipo que tratan sobre la astenia y podemos concluir que la mayoría afirma que el incremento en su prevalencia puede atribuirse a las características de entorno propias de la sociedades actuales (estrés, ansiedad, hiperactividad, relaciones sociales complejas, sobrecarga laboral, desempeño de trabajos poco o nada reconocidos profesionalmente,…) que inducen estados anímicos bajos y reducen la capacidad adaptativa del organismo ante cualquier tipo de cambio.

Los síntomas van desde la sensación inexplicable de tristeza hasta algo tan inespecífico como unas “pocas ganas de hacer nada”. Todo ello se acompaña de signos y síntomas físicos.

Es importante apuntar que el bajo estado de ánimo de los individuos afectados por esta alteración provoca una disminución en las defensas inmunológicas del individuo y lo hace más susceptible a sufrir todo tipo de enfermedades de etiología infecciosa.
No debemos confundir esta astenia con la crónica, que presenta una duración superior a seis meses, deteriora las actividades normales y se acompaña de síntomas persistentes del tipo: dolor de cabeza, molestias faríngeas, ganglios dolorosos en cuellos o axilas, dolores musculares, pérdida de fuerza, fiebre, dolores articulares o trastornos del sueño.

Los cambios hormonales que tienen lugar durante el cambio de estación podrían ayudar a explicar porqué existe una mayor incidencia entre los individuos de 20 a 50 años y afecta en mayor porcentaje a mujeres que a hombres. Vamos un poco más allá: Estrechamente relacionada a esta teoría, se ha postulado la influencia de la luz sobre la producción de melatotina (una hormona responsable de la sensación del sueño), por lo que cambios en la duración de la radiación solar, podrían influir tanto en la secreción de esta hormona como en la de serotonina.
¿Qué hacer? En principio bastaría con tomar una serie de medidas higiénico-conductuales que mejoren la calidad de vida del paciente y su autoestima. De forma genérica hay que adoptar unos hábitos de vida saludable, una disminución de los hábitos tóxicos y la adopción de una pauta dietética sana y equilibrada.
Hemos encontrado algunas pautas que pueden ser realmente útiles. Algunos de los hábitos saludables que pueden implantarse como medida preventiva para preparar el cuerpo para la lucha contra el decaimiento primaveral son:

• Respetar la higiene del sueño: mantener horarios fijos para acostarse y levantarse, garantizar un tiempo de reposo adecuado (un adulto sano debería dormir un mínimo de 7 horas diarias), disponer de un ambiente adecuado y elementos confortables para el descanso. Cenar de forma ligera y con aproximadamente dos horas de anticipación respecto al momento de acostarse evita que la digestión interfiera la conciliación del sueño.

• Practicar ejercicio físico moderado de forma regular ayuda a liberar tensiones, mantener el cuerpo con un buen tono vital y predispone y facilita el descanso nocturno.

• Aumentar las actividades al aire libre es una medida que repercutirá positivamente en el estado de salud general del paciente. El sol es fuente de salud y aporta vitalidad.

• Intentar disponer de tiempo libre y espacios de relajación entre la sucesión de actividades cotidianas. Se aconseja realizar ejercicios de respiración profunda (llenar completamente los pulmones de aire, retenerlo durante unos segundos y soltarlo lentamente para volver a reiniciar esta maniobra).

• Adoptar una postura lo más positiva posible ante las distintas situaciones que se suceden y fomentar una actitud que conlleve a un cambio en el estado de ánimo y recuperar la voluntad. Es importante saber identificar las condiciones que nos generan malestar o estrés y poner en marcha estrategias para minimizarlas. La ayuda de un profesional (psicólogo, psiquiatra) puede resultar muy útil para aprender a modular las emociones y así controlar situaciones desfavorables.

• Reducir o mejor evitar hábitos tóxicos como el consumo de tabaco, alcohol, somníferos u otras sustancias tóxicas estimulantes que ponen en riesgo el equilibrio corporal y psíquico. Bajo ningún concepto se debe recurrir al uso de medicamentos estimulantes sin que su administración esté prescrita y supervisada por un médico.

• Prestar atención a nuestras emociones. En ocasiones, la astenia lleva aparejados cuadros de ansiedad, situaciones de estrés elevado, así como trastornos depresivos. Es conveniente identificar aquellas situaciones que nos generan malestar para poner en marcha recursos y estrategias que nos permitan un afrontamiento eficaz de las mismas, y si fuese necesario, recibir ayuda por parte de un psicólogo que nos enseñe pautas para regular nuestra emociones, y de este modo prevenir el desarrollo de otras dificultades.


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