Este jueves conoceremos cómo ha afectado, más de tres años después, la pandemia a la población adolescente de Menorca que, de improviso, se vio privada de relaciones y libertades.
Este proyecto nace en 2021 a partir de una ponencia de Maria Portella, miembro de la sección de Ciencias Sociales del Institut Menorquí d’Estudis (IME) y jefa del grupo de investigación en salud mental del Instituto de Investigación Biomédica del Hospital Sant Pau de Barcelona. Liderado por la propia Maria Portella, el estudio se ha desarrollado conjuntamente con Lali Allés, técnica de estadística y medio social del OBSAM, y Anna Gallofré, miembro también de la sección de Ciencias Sociales del IME.
Durante la pandemia los adolescentes vivieron una constante contención, limitados por normas y reglas que los cargaron de frustración por lo que sintieron que se perdieron y que no volverán a vivir. Perdieron la posibilidad de vivir momentos únicos, situaciones propias de esta etapa, como cumpleaños de quinceañeros, campamentos, rituales del primer día de clases, festejos de graduación. Y si bien los adultos también nos vimos imposibilitados de realizar distintas actividades, esto impacta de manera muy diferente en la realidad adolescente. Los adolescentes tienen una noción del tiempo muy distinta a la que podemos tener los adultos. Ellos perciben el tiempo como algo no constante.
Las medidas necesarias para enfrentar el avance de la pandemia han tenido efectos directos en aspectos claves de la experiencia adolescente. Para los adolescentes la pandemia impuso en sus vidas la privación de pasar tiempo con amigos; la ausencia del intercambio espontáneo entre padres y adultos no familiares en actividades educativas, culturales o deportivas; el confinamiento y el compartir más tiempo con su núcleo familiar; la pérdida de familiares significativos o la amenaza implícita de que sus acciones podían tener esa consecuencia; la transformación de la experiencia social en una experiencia virtual; y la dificultad de continuar con sus trayectorias educativas de forma presencial.
Todos estos factores pueden haber aumentado el riesgo de sufrir un mayor aislamiento, ansiedad y estrés, lo que pone en peligro su salud mental, al mismo tiempo que experimentan cambios en las rutinas que normalmente fomentan la resiliencia ante eventos desafiantes.