1.237 es la cifra estadística oficial de las mujeres muertas desde el 1 de Enero del 2003 hasta hoy si desde que escribí este articulo no se asesninó a nadie más.
Es arriesgado escribir sobre la violencia de género. Pero me gusta reivindicar que los hombres participemos en responsabilidades de dirección de primer nivel en este tema.
Cuando en torno año 1.995 intervine en el Colegio de Abogados de Madrid como ponente, en una jornada contra la violencia de género y reivindiqué medidas para acabar con la violencia contra la mujer, una de mis compañeras de mesa, presidenta de una asociación feminista de mujeres juristas en donde no se admitían hombres como socios, dijo que la lucha contra la violencia de genero la llevaban las mujeres con algunos hombres de buena voluntad. Nunca me habían llamado hombre de buena voluntad. Fui consciente de que se me trasladaba de persona a género.
Mis propuestas no sirvieron, se hizo todo lo contrario. Mientras yo proponía que quizá la solución no era criminalizar al hombre sino civilizarle, es decir sacar del campo del derecho penal el derecho de familia y aumentar el tratamiento civil y al tratamiento administrativo y sólo como ultimo limite el criminal, se fue a la criminalización por género masculino como primer límite.
Mientras yo proponía que, si se optaba por esta vía, el tema de la pena era fundamental porque el hombre debía percibir el mensaje claro de que maltratar a su pareja o expareja, no merecía la pena en lugar de asumir que merece la pena; mientras yo reivindicaba una unidad de tratamiento de los juzgados de familia con facultades penales en materia de violencia de género, pero los mismos para todos los géneros, se hizo lo contrario. Se crearon los juzgados de violencia sobre la mujer con competencias penales y civiles y se dejaron fuera a los hombres, a los niños , a los abuelos, a los tíos.
Mientras yo proponía que el problema era enorme para la mujer, desde el punto de vista emocional y que debían dársele instrumentos para gestionar las relaciones con el “barari”, en el concepto del derecho del límite que creé, se optó porque el ministerio fiscal seguía adelante con las acusaciones aunque la mujer no quisiera.
No escribo desde ninguna ubicación de superioridad por razón de genero ni con ninguna proyección de inferioridad sobre la mujer por el hecho de serlo. Esta diferencia de trato entre hombres y mujeres es la que define el machismo. Hay hombres machistas pero también mujeres que educan a hombres machistas.
Que las políticas llevadas a cabo por mujeres, en organismos públicos de igualdad y direcciones generales, observatorios etc., no funcionan para resolver la violencia de genero de los hombres parece incuestionable. Funcionan para las mujeres, pero no para los hombres. Mi pregunta es ¿ Y si la hiciésemos hombres?
Estamos dando por supuesto que la mujer como víctima es la que puede poner fin al problema pero se aparta al hombre de la gestión de su problema, como actor. Posiblemente la actuación de hombres con hombres podría dar lugar a un avance en la actual situación.
Porque no es posible obviar que el género masculino es el sujeto activo de esa violencia física que genera las víctimas, como puede haber también, hombres o niños y niñas, adolescentes, sujetos pasivos de violencias intrafamiliares, hijos contra padres, mujeres contra hombres, padres contra hijos, contra abuelos, etc.
Creo que los hombres tenemos algo que decir y que aportar en este problema y que a lo mejor, sólo a lo mejor, las medidas que se han adoptado no son malas pero tampoco suficientes y hay margen para ayudar y reciclar.