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“Darse, versión reflexiva de dar”

Un artículo de Jaume Santacana

Javier Milei.
Javier Milei.

El verbo dar posee, en su forma reflexiva, un salero que, con toda su gracia, sabe a poco. Es tal la cantidad de giros que permite su juego que, incluso no queriendo, a uno se le va la pinza y se lanza a proponer fantasías relacionadas hasta con la política, que ya es decir. Así pues, dense ustedes por enterados. Unos ejemplos, a modo de tapas:

Darse a la bebida: es exactamente lo que hicieron la noche de las elecciones europeas (noche de felices emociones después de las legislativas españolas, las gallegas, las vascas y las catalanas) los últimos de Filipinas unidos bajo el título de “Ciudadanos” en su etapa final, en su particular entierro de la sardina. Los acólitos de Rivera, Arrimadas y el resto de secuaces políticos (Cañas y compañía) se retiraron a su eterno descanso por el bien de la Madre Patria. A otra cosa mariposa.

Darse importancia: lo logró el ínclito ministro de Transportes del gobierno español, el reverendísimo Oscar Puente, al manifestar públicamente que el pirado presidente de Argentina, señor (por decir algo) Milei tomaba algún tipo de estupefaciente en sus declaraciones a la prensa sobre la política española. El cristo que montó el ministro alcanzó un eco diplomático de gran alcance internacional. El tal Milei se situó a la altura del provocador miembro del ejecutivo español, montó en cólera y, semanas después, sigue ardiendo en odio contra Sánchez y su entorno (político y familiar). Sólamente Ayuso y Abascal le beben el agua; o le ríen las gracias: son tal para cual… o mejor, tales para cuales.

Darse de bruces: la media leche que se pegó el señorito Joe Biden al subir la escalerilla de su avión “Air Force one” y tropezar dos veces, no en la misma piedra sino en dos peldaños distintos. Y no era la primera de sus sonadas caídas. En cantidad de ocasiones, camina como pollo sin cabeza, se pasea como un león encerrado o, más preciso, como Chiquito de la Calzada y tiene la fea costumbre de sentarse cuando no hay silla ante sus posaderas presidenciales. En el último debate electoral frente al condenado Trump, apareció con los ojos en blanco, una voz de ultratumba y el encadenamiento de frases vacilantes y poco inteligibles. En el reino de los ciegos, el tuerto es rey. En USA, podría pasar que en lugar de elecciones se celebraran entierros y sus respectivos funerales.

Darse por muerto: todavía no han encontrado su cadáver pero pronto lo encontrarán en el palacio del Elíseo, en pleno centro de París, sede de la Presidencia de la República francesa, después de verse obligado a convocar elecciones generales (que se están celebrando justo en el momento en que escribo este libelo) y esperar pacientemente que la señora (también es un decir) Le Pen arrase con todo y el niñato candidato, Jordan Bardella, se alce con una victoria más que cantada y encuestada por todo el mundo.

Darse prisa: los españoles todos, haciendo las maletas para marcharse, en masa, a Gibraltar, justo antes de que las autoridades electorales (la Junta Electoral Central) de por válidas las papeletas ganadoras en las próximas (o las otras, no falla) elecciones legislativas españolas y se declare nítido vencedor —por mayoría absoluta— a las hordas de Abascal. Le Pen en el país vecino, Meloni en la patria de la pasta a la carbonara y Vox en el suelo español serán los nuevos salvapatrias y la UE dará por terminada su inestable condición. La historia siempre acaba volviendo; por desgracia.

Darse por muerto por segunda vez: el referéndum de autodeterminación del pueblo de Catalunya. Fueron numerosos sus intentos de ejecución, alentados por la impactante desaparición de la línea roja del PSOE y sus muchachos, la gloriosa CUP autóctona y los camaradas comunes de Colau. Del PP, ni se sabe; y a Vox, se le espera.

Darse a la fuga: los pocos mandamases socialistas que aún quedaban en algunos de los territorios autonómicos del “café para todos”. Ahora mismo, el café es sólo para el PP (arrollado y crecidito con la furia de VOX) y además con leche, como el propuesto por la ínclita y mítica Ana Botella, esposa del Rais del FAES, don Aznar, en la Plaza Mayor de Madrid en aquel su discurso inolvidable.

Darse de baja: los británicos del “Brexit” y los votantes de todos los partidos políticos que no tienen balcón en sus sedes. O lo tenían pero que han ido a parar a una gris planta baja… o en sótanos cutres y oscuros.

Darse un beso: la rana Juanita besó frenéticamente a don Mariano Rajoy Brey en un arrebato pasional en el que consiguió desconcentrar a su media naranja, una lumbrera. Tras el beso, el cerebro del premier español, se atrancó y de sus labios ya nunca más salieron frases conexas y mínimamente inteligibles. Ahora sabemos que su inconexa oratoria no es sólo verbal; también cuando escribe su gastroenteritis intelectual le traiciona: en estos días de Eurocopa, Rojoy escribe sus “impresiones” en un periódico de la capital liberal de España; relata los vaivenes del campeonato con una de las peores prosas que jamás se han escrito desde el sánscrito. Relata los partidos de manera insultante para la lengua escrita y su indecencia al atreverse no tiene rival. Mi perrito Nano lo bordaría (y nunca mejor expresado).

Que ustedes lo pasen bien y “dense por divertidos” hasta la vista.

Por cierto, noticia de última hora: El Rey Felipe VI está pensando, muy seriamente, presentarse él mismo a los próximos comicios; de este modo —me confían fuentes fiables de La Zarzuela— muy probablemente saldría ganador y podría formar gobierno ya que la sesión de investidura la tendría chupada. Luego, él solito se haría sus consultas consigo mismo y la legislatura iniciaría su andadura como si nada; como aquel quien no quiere la cosa.

Brillante solución, ¿no les parece a ustedes?


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