El Partido Popular ha encajado con optimismo la ruptura decidida por Vox en seis autonomías y en la dirección nacional apuntan a que el movimiento de Santiago Abascal, que Alberto Núñez Feijóo ha calificado de “disparatado”, puede serles beneficioso.
En la sede nacional del PP se vivió con sorpresa y desconcierto el paso dado por Abascal y hasta el último momento hubo escepticismo respecto a que el líder de Vox consumase el órdago de romper por el reparto de la acogida de los menores migrantes no acompañados entre las autonomías.
La lectura en Génova, y así lo trasladan en privado diferentes miembros de la dirección, es que Abascal ha cometido un error de cálculo al romper ahora, cuando falta tiempo hasta unas nuevas elecciones y el PP puede seguir gobernando, aunque no sin dificultades, en minoría. Se ha pasado “de frenada”, dijo este viernes Feijóo.
Como factores para la decisión tomada, apuntan en el PP a la presión que ejerce sobre Vox el nuevo partido de Luis ‘Alvise’ Pérez, y al giro dado en la Unión Europea, donde Vox se ha sumado al grupo de Viktor Orban y Marine le Pen. Sin embargo, varias fuentes reconocen que estas razones no parecen suficientes para justificar el paso dado por Abascal.
También consideran en la dirección del PP que ha quedado roto el relato de Pedro Sánchez sobre que Feijóo cede ante las presiones de Vox y del sector más conservador del PP, que los socialistas personifican en las figuras de Isabel Díaz Ayuso o el expresidente José María Aznar.
Porque en apenas un mes el PP ha pactado con el PSOE la renovación del Consejo General del Poder Judicial, junto con una reforma de la ley para atajar la politización, y se ha plantado ante la exigencia de Vox de no aceptar la acogida de menores migrantes.
En Génova, que siempre aspiró a gobiernos en solitario, creen que su posición queda reforzada en el centro político y que se ha dado una imagen de partido de Estado frente al “populismo” de Vox y la política de “fronteras abiertas” que atribuyen al Gobierno.
A Vox le reprochan además que haya robado foco a los casos de presunta corrupción que afectan al presidente del Gobierno.
Por otra parte, creen entre las filas del PP que Vox pierde galones al mostrar que es un partido para protestar y no para gobernar y alientan la idea de un cuestionamiento interno a Abascal, ante algunas fugas de segundos espadas hacia el PP y tras sufrir Vox la salida de algunos de sus dirigentes más moderados.
Además, recuerdan dos precedentes: Ciudadanos, que desapareció tras ser el socio minoritario del PP en varios territorios y tras desafiar a este partido con mociones de censura y el comportamiento de Vox en la Comunidad de Madrid, donde Ayuso logró mayoría absoluta tras endurecer este partido su postura frente a la presidenta madrileña.
El optimismo no oculta, sin embargo, los riesgos que para el PP entraña esta ruptura, pues el líder de Vox ha puesto fin a la etapa de entendimiento que inició con la llegada de Feijóo al liderazgo y la distancia entre ambos partidos dificulta el acuerdo a futuro.
Cuando fue Pablo Casado quien dijo basta a Abascal, abundaban las voces en el PP que sostenían que era un error no entenderse con Vox, aunque ahora es Abascal quien rompe.
El movimiento de Abascal es por otra parte la confirmación de que la derecha vuelve a estar dividida en tres, porque muestra que Alvise preocupa más allá de ser un ‘outsider’ que irrumpe en unas elecciones europeas. Y la división penaliza en las urnas.
El PP se enfrenta además en las autonomías en las que gobierna a la inestabilidad parlamentaria que esta formación suele afear a Pedro Sánchez, pues sus dirigentes no tienen ahora votos suficientes para aprobar presupuestos o nuevas leyes.
Al respecto ironizan en las filas del PSOE, donde fuentes del partido destacan que PP y Vox han roto antes que el Ejecutivo, pese a que Feijóo acostumbra a advertir de que el Gobierno “nació muerto”.
Ahora, queda por ver si la ruptura se extiende a los ayuntamientos.
Y también aparece la incógnita de si el paso dado por Abascal refuerza a Feijóo en el centro político, como creen los suyos, o si la competencia en el campo de la derecha obliga a hacer nuevos cambios discursivos en retos como el de la inmigración, en el que el PP ha endurecido su posición, a pesar de aceptar la acogida de menores migrantes. EFE