El régimen del presidente Bashar al-Ásad –tras 24 años en el poder, y antes su padre– ha caído y, como enseña el dicho, “a rey muerto, rey puesto”. Ahora son las diferentes facciones que han provocado este cambio las que tienen que decidir en qué se convierte Siria a partir de ahora. ¿Será una nueva Afganistán? ¿O un Estado en paz, libre de violencia sectaria?
Una incertidumbre que preocupa especialmente a los cristianos y al resto de minorías religiosas y étnicas del país: ¿Se repetirá la horrible persecución islamista vivida por los cristianos durante varios años de guerra civil? Para saberlo, habrá que esperar… pero los antecedentes auguran lo peor, como, por ejemplo, el lavado de cara de los talibanes al tomar el poder en Afganistán por segunda vez.
Mientras el autócrata al-Ásad siempre se ha mostrado públicamente defensor de un estado laico y procuraba reunirse con los cristianos durante las grandes festividades, ahora lo que está claro es que será un conglomerado de opositores, liderado por un islamista radical, al Jawlani (ex Al Qaeda), y por potencias extranjeras –a las que les ha interesado en este momento sacar del tablero a al-Ásad– quienes tengan que decidir el futuro de todos los sirios.
Conocí Alepo hace ya años mientras estuve viviendo en Turquía y, después de los años transcurridos, leo en los diferentes medios de comunicación actuales afirmaciones transmitidas por personas que han sufrido la guerra en Siria: todos los sirios están agotados por la situación que viven desde hace muchos años bajo el régimen. Ahora, al igual que cuando conocí parte del país, no hay desarrollo, la economía está estancada y sobreviven con grandes dificultades.
Los cristianos y las minorías se encuentran esperanzados y esperan que este cambio repentino “desbloquee la situación política” y que “toda la comunidad internacional ponga de su parte” para que la situación actual, que era dramática, cambie totalmente.
Por su parte, el nuncio apostólico en Damasco, el cardenal Mario Zenari, entrevistado por los medios vaticanos, deseó que “quienes han tomado el poder cumplan su promesa de respetar y crear una nueva Siria sobre bases democráticas”.
La gente está contenta porque quienes han tomado el poder han prometido que todos serán respetados y que se creará una nueva Siria, y esperan que cumplirán sus promesas.
Las fuerzas de la oposición han entrado en las ciudades sirias y han liberado a los presos políticos. Así que hay un gran clima de esperanza en el país. Muchos cristianos se preguntan qué pasará con ellos, ya que el régimen de al-Ásad era conocido por proteger a las minorías. “A decir verdad, la comunidad cristiana, al igual que la de muchos sirios en todos estos años de guerra y régimen sanguinario, ha disminuido drásticamente”, reconoce fray Bahjat, el párroco franciscano de Alepo.
“Los cristianos tienen hoy realmente grandes esperanzas de volver a su país para ser parte integrante en la construcción del futuro de Siria. Obviamente, las fuerzas de la oposición y el gobierno que se forme tendrán que dar una confirmación concreta de todas las garantías dadas de que los cristianos, como todas las demás minorías de Siria, recibirán el mismo trato que todos los ciudadanos. Así que los próximos días servirán para evaluar la veracidad de estas garantías”, añade el párroco.
No tan entusiasta se muestra la hermana Guadalupe Rodrigo, de la Fundación Los Nazarenos, que vivió en Siria muchos años: “La situación en Siria es tristísima. Ha sido invadida y, en pocos días, prácticamente sin defensa alguna, ha sido entregada al terrorismo islámico. No debe sorprendernos la facilidad con que lo lograron. Todo esto ya se había arreglado sobre el escritorio de un despacho. La historia se repite: países fuertes arrogándose el derecho de atropellar la soberanía de un país autónomo en pos de conseguir sus intereses económicos y criminales. Y en complicidad la prensa internacional, que sistemáticamente miente en estos temas, difunde la noticia como la llegada de la tan anhelada libertad en Siria”.
“Pero se pregunta: ¿Desde cuándo caer en manos de los yihadistas trae libertad? Rotulan la revuelta como victoria de la oposición, cuando en realidad son los mismos actores de la invasión de 2011 que solo trajo muerte y destrucción, ahogando los anhelos auténticos y legítimos de cambio que la inspiraban. Ahora Siria queda a merced del antojo de las facciones que se disputan el poder: Liberación del Levante (y otros grupos terroristas, como ISIS); los kurdos, buscando su autonomía; y las fuerzas turcas, especialistas en comprar traidores y desangrar naciones. Ninguno busca el bien común, ninguno piensa en el bien de Siria. Probablemente terminen repartiéndose la presa. Y esto favorece a la comunidad internacional, que ya no tendrá oponente en una Siria dividida y desmembrada”.
“Me cuentan los de allá”, continúa la hermana, “que los terroristas intentan mostrarse condescendientes, repartiendo víveres y tratando amablemente a las mujeres para cambiar la imagen de crueldad de años pasados. Pero el pueblo no confía en ellos. ¿Cómo creer en los que cortaban cabezas y crucificaban gente? La constitución laica que regía a este país daba una cierta libertad a las minorías para profesar su culto. Los yihadistas aseguran que las respetarán, que los cristianos no tienen por qué temer. Sin embargo, se los ve derribando el tradicional árbol de Navidad en el principal barrio cristiano de Alepo, y recorrer con tanques y armas las calles de pueblos totalmente cristianos al grito de ‘Allah hua akbar’ (Alá es el más grande)”.
Recemos (quien así lo tenga por costumbre) por el sufrido pueblo sirio. Y recemos por la presencia cristiana, en serio riesgo de desaparecer.