Tenía en mente hablar de la grandeza del deporte. Lo iba a hacer a cuenta de la ovación que la afición del Betis dispensó a Leo Messi en la reciente visita del Barça al Benito Villamarín. Más allá de las gestas imposibles, de los títulos encadenados, de los récords pulverizados, esa grandeza se agiganta cuando los aficionados saben reconocer el talento del contrario por encima de los colores y del resultado.
Pero el tiempo (siempre)electoral, se impone y con él una reflexión a cuenta de la confección de las listas de cara a la próxima “multiconvocatoria” electoral. En tiempos de desafección institucional me resulta sorprendente que haya quien decida afiliarse a un partido político y califico de auténtico milagro quien, además, se compromete y trabaja por él.
Muchos lo harán por medrar, pero a muchos más les empujará una voluntad auténtica de contribuir a mejorar las cosas, inicialmente, en su entorno más cercano. Sin la militancia de base -a la que sus líderes han defraudado sistemáticamente con sus corruptelas interminables- no se entiende el desarrollo de los partidos sobre los que se asienta nuestro sistema democrático, vacilante e imperfecto, pero sistema al fin y al cabo.
Si otorgamos a los partidos políticos una capacidad privilegiada para canalizar la participación ciudadana y reconocemos a los militantes su papel en la configuración de estos partidos, no se entiende, a mi juicio, el vapuleo que se les está pegando a la hora de confeccionar las listas electorales en base a imposiciones y fichajes estrella.
Seguramente esta incomprensión obedece a mi desconocimiento sobre el funcionamiento de estas organizaciones y las motivaciones de sus miembros, y lo que a mi me parece poco democrático y nada pedagógico, no sea tal. Pero me cuesta pensar en qué argumentos se pueden esgrimir para animar a alguien a vincularse a una siglas cuando los líderes se apuntan a “todo por el partido, pero sin el partido”.
Quizás es que, como sucede en el fútbol con Messi, hay grandeza en la política. La de quienes integran las agrupaciones locales, haciendo malabares por la falta de recursos y la necesidad de encajar su militancia con su trabajo y su vida personal, agachando la cabeza cuando se destapa el enésimo caso de corrupción y aceptando las decisiones de los de arriba con la confianza de que su sacrificio merecerá la pena si los suyos acaban gobernando.
… veo más paralelismo con otro colectivo igual de raro, los creyentes en las confesiones religiosas que ponen una cara pública, pero luego tienen otra oculta con el tema de los abusos a menores y su ocultación, pero sus militantes siguen como si nada… dejad a Messi tranquilo, no debería estar en esta comparación ente políticos y religiosos…