Tras conseguir la concesión de una beca de investigación por parte del Institut Menorquí d’Estudis, el arquitecto Joan Enric Vilardell ha iniciado un periplo que le ha llevado a seguir las pistas de los lazaretos y las historias que contemplan.
Pese a que hubo un tiempo en el que la función que ejercían era vital para la salud de las personas, el progreso fue haciendo desaparecer a la mayoría de lazaretos del mapa. El de Mahón es uno de los más grandes y mejor conservados. Al frenar el contagio de enfermedades que llegaban en los barcos que se aproximaban a puerto, hubo entre los siglos XVIII y XIX en Génova, Nápoles, Livorno, Barcelona, Palma de Mallorca, Alcudia, Malta o Duvroknic por poner algunos ejemplos. Estos dos últimos aún existen.
Vilardell fue invitado a dar una charla a Marsella sobre este tema y aprovechó para tomar contacto con la organización que actualmente reconstruye el lazareto de esta ciudad costera francesa. El lazareto de Marsella se miró en el reflejo del de Menorca para su construcción, copiando algunas de sus características más singulares en cuanto a distribución de los espacios para evitar contagios.
Vilardell explicó en una entrevista ofrecida en Radio Menorca que algunas enfermedades que existieron en Europa se propagaron por el tráfico marítimo y acabaron con una porción importante de la población de ciudades como Marsella o Venecia.
Entrado en el siglo XIX, la proliferación de la vacunación hizo que los lazaretos ya no tuvieran el sentido de antaño y acabaron cerrando sus puertas y dejándolos en el abandono. Al menos la mayoría de ellos.
Vilardell tiene previsto acabar su estudio becado en breve, con lo que pronto trascenderán todos los detalles del estudio que ha realizado.
