Menorca, y especialmente Maó, se benefició económicamente del tráfico de esclavos en el siglo XIX. Así lo asegura el antropólogo y profesor universitario Gustau Nerín en su último libro “Traficantes de almas” de Editorial Pòrtic del Grupo 62 que pertenece a Planeta. La influencia británica del siglo XVIII, el conocimiento del idioma, la técnica marinera y el trabajo con las patentes de corso hicieron los mahoneses unos traficantes aventajados respecto a otros procedentes de la Península.
También ayudó, según Nerín, que ya había gente que comerciaba con América y sabía cómo funcionaba este tipo de negocio.
Para Gustau Nerín es sorprendente el alto porcentaje de menorquines implicados en este negocio respecto a otros lugares de España. Así la lista de capitanes de barco negreros de Menorca es amplia. Encontramos a Joan Sagrera, Joan Costa, Joaquim Andricaín, Antoni Capó, Josep Germà, Mariano Sintes, Joan Bufo, Miquel Abella y Vicente de la Torre entre otros.
Algunos maoneses como, Joan Pons y Francesc Vinent, tenían incluso factorías en Guinea Ecuatorial donde podían cargar hasta 100 esclavos en un barco a la hora. Para ellos era un negocio más. Vinent incluso acabó entrando en el Ajuntament de Maó.
En los astilleros de la ciudad de Levante también se construyeron barcos esclavistas. Este negocio terminó en el último tercio del siglo XIX cuando los abolicionistas británicos forzaron a su armada a vigilar este tipo de tráfico humano en el mar.