Sigo con expectación los acontecimientos tras la publicación de la sentencia del procés, esa que, por excesiva o laxa, no ha contentado a nadie pero ha sumido a todos- ciudadanos, partidos políticos, elites económicas, entidades sociales, medios de comunicación- en un torbellino que engulle la cordura y arrasa la esperanza de que algo vaya a cambiar Afortunadamente, puedo comentar la jugada con diferentes amigos y colegas -más, menos o nada independentistas, de un lado y de otro (lo lamento, pero para simplificar asumo la dicotomía España y Cataluña)- y matizar lo que veo, escucho y leo, en ese esfuerzo, quizás estéril, de comprender y fijar posición.
Buena parte de mis interlocutores rechazan la violencia desatada y apelan a la indignación para explicarse, y explicarme, lo que está pasando. La mayoría de ellos no me rebate cuando les comento que creo que esa indignación proviene de la insistencia de los gobernantes catalanes independentistas, y sus adlátares, en un relato emocional muy alejado de los principios del imperio de la ley y el Estado de Derecho -por muy necesitados de actualización que estén esos principios- y del inapelable sentido práctico implícito en la necesidad de cuadrar cuentas de resultados, presupuestos públicos o economías domésticas.
Me debato entre el optimismo que implica que alguien te ofrezca un horizonte, haciéndote creer que cualquier aspiración es posible, y la desazón ante la posibilidad de que esa creencia que se haya alimentado de mentiras. A la mentira aludían los magistrados del Tribunal Supremo, en una argumentación que abortó el delito de rebelión a la par que cuestionaba el proceder de los representantes políticos condenados. La mentira está en el punto de vista de algunos analistas e, incluso, se ha referido a ella otro protagonista destacado de esta convulsa semana, Javier Cercas, Premio Planeta 2019.
“Para solucionar algo hay que bajar a la realidad, y hay mucha gente que no lo ha hecho, está en otro planeta porque les han mentido de manera masiva, y siguen mintiendo de manera masiva”, afirma el escritor en una entrevista concedida a “El País”. Y, aunque intuyo que Cercas se está refiriendo a los independentistas, ellos no son los únicos que están fuera de la realidad y mienten. Muchas de las reacciones que estamos viendo también adolecen de esos vicios.
Se apela a lo emocional cuando se machaca con la unidad de España, desconociendo que es un constructo histórico, y por eso mismo, no es inamovible; cuando se establecen comparaciones desafortunadas, se adoptan decisiones en clave partidista y/o electoral o se apela sistemáticamente al miedo o a la exclusiva culpa del otro. Si se atenúa lo emocional y se optar por “baja a la realidad”, uno se tropieza con una verdad gigante en su obviedad: nadie lo ha hecho todo mal o todo bien. Ni en el Gobierno ni en el Govern o en los otros gobiernos autonómicos; ni en la sociedad civil catalana ni en la española o la de otras comunidades; ni ahora ni durante todos estos años de construcción de nuestro estado democrático.
Todos somos corresponsables del momento en que nos encontramos, de las leyes que nos rigen y del entramado institucional que de ellas emana. Todos hemos contribuido, por acción u omisión, al deterioro económico, social y cultural que se está produciendo en este país de países, en tanto hemos normalizado que se pueden exigir derechos sin asumir las correspondientes obligaciones y defender una cosa y la contraria– como por ejemplo el uso de la violencia-, según nos convenga, modulándola a las circunstancias de persona, tiempo y lugar.
Porque insisten en ocultarnos esta verdad, o nos empeñamos en ocultárnosla, nos cuesta enfrentarnos a los desafíos y, cuando éstos dejan una sentencia como la del procés, se dispara la indignación, se desata la violencia, se aventuran soluciones peregrinas, cortoplacistas e ineficaces y, las más de las veces, como temo sucederá ahora, se desaprovecha la oportunidad para madurar democrática y socialmente.
Emocional
Seguesc amb expectació els esdeveniments després de la publicació de la sentència del procés, aquesta que, per excessiva o laxa, no ha acontentat ningú però ha sumit tothom- ciutadans, partits polítics, elits econòmiques, entitats socials, mitjans de comunicació- en un remolí que engoleix el seny i arrasa l’esperança de que alguna cosa vagi a canviar. Afortunadamente, puc comentar la jugada amb diferents amics i col·legues -més, menys o gens independentistes, d’una banda i de l’altra (ja em sap greu haver de simplificar i assumir la dicotomía Catalunya-Espanya)- i matisar el que veig, escolte i llegesc, en aquest esforç, potser estèril, de comprendre i fixar la meva posició.
Bona part dels meus interlocutors rebutgen la violència desfermada i apel·len a la indignació per explicar-se, i explicar-me, el que està passant. La majoria d’ells no em rebat quan els comento que crec que aquesta indignació prové de la insistència dels governants catalans independentistes, i adlàters, en un relat emocional molt allunyat dels principis de l’imperi de la llei i l’Estat de Dret -per molt necessitats d’actualització que estiguin aquests principis-, i de l’inapel·lable sentit pràctic implícit en la necessitat de quadrar comptes de resultats , pressupostos públics o economies domèstiques.
Em debatesc entre l’optimisme que implica que algú t’ofereixi un horitzó, fent-te creure que qualsevol aspiració és possible, i el neguit davant la possibilitat que s’hagi alimentat aquesta creença amb mentides. A la mentida al·ludien els magistrats del Tribunal Suprem, en una argumentació que va avortar el delicte de rebel·lió mentre qüestionava el procedir dels representants polítics condemnats. La mentida està també en el punt de vista d’alguns analistes i, fins i tot, un altre protagonista destacat d’aquesta convulsa setmana, Javier Cercas, Premi Planeta 2019, s’ha referit a ella.
“Per solucionar una cosa cal baixar a la realitat, i hi ha molta gent que no ho ha fet, està en un altre planeta perquè els han mentit de manera massiva, i segueixen mentint de manera massiva “, afirma l’escriptor premiat en una entrevista a “El País “. Encara que intuesc que Cercas s’està referint als independentistes, no són els únics que estan fora de la realitat i menteixen. Moltes de les reaccions que estem veient també pateixen d’aquests vicis.
S’apel·la al relat emocional quan s’insisteix amb la unitat d’Espanya obviant que és un constructe històric, i per això mateix, no és inamovible; quan s’estableixen comparacions desafortunades; s’adopten decisions en clau partidista o electoral o s’apel·la sistemàticament a la por o a l’exclusiva culpa de l’altre. Si s’atenua allò emocional, però, i s’opta per “baixar a la realitat”, un s’ensopega amb una veritat gegantina en la seva obvietat: ningú ho ha fet tot malament o tot bé. Ni el Govern espanyol ni el català ni els altres governs autonòmics; ni la societat civil catalana ni l’espanyola o la d’altres comunitats; ni ara ni durant tots aquests anys de construcció del nostre estat democràtic.
Tots som corresponsables del moment en què ens trobem, de les lleis que ens regeixen i del bastiment institucional que d’elles emana. Tots hem contribuït, per acció o omissió, al deteriorament econòmic, social i cultural que s’està produint en aquest país de països, en tant hem normalitzat que es poden exigir drets sense assumir les corresponents obligacions i defensar una cosa i l’contrària, com ara l’ús de la violència, segons la nostra conveniència, depenent de les circumstàncies de persona, temps i lloc.
Perquè insisteixen en ocultar-nos aquesta veritat, o ens l’amaguem nosaltres mateixos, ens costa enfrontar els reptes i, quan aquests deixen una sentència com la del procés, es dispara la indignació, es desferma la violència, s’aventuren solucions pelegrines, ineficaces i a curt termini i, la majoria de les vegades, com tem que passarà ara, es desaprofita l’oportunitat per madurar democràticament i social.
delito
nombre masculino
1.
Acción que va en contra de lo establecido por la ley y que es castigada por ella con una pena grave.
“el juez está investigando si las irregularidades son o no constitutivas de delito”
2.
Circunstancia de haber cometido una persona una acción contraria a la ley.
… la ley no es inamovible… la ley también era castigar a los esclavos cuando intentaban escaparse, la ley también era desvirgar a las campesinas doncellas por el señor del castillo delante de sus novios, la ley también era quemar a una niña por jugar a imaginar unicornios, la ley también era no dejar votar a las mujeres, la ley también era que un homosexual no pudiera emparejarse con otro hombre abiertamente, la ley era también que las colonias no podían independizarse de la metrópoli… pero las leyes se consensúan, se discuten, se pacta su cambio y listo… y si hay mentes obtusas que no quieren cambiarlas, pues se monta una revolución y con esfuerzo pues se acaba con la esclavitud, con la inquisición, con el machismo y con el nacionalismo de pandereta que algunos defienden de manera tan peripatética… algunos se sientan y esperan que escampe, mientras que otros salen a la calle a ver qué pueden conseguir… y eso ocurre porque los cejijuntos no quieren sentarse a hablar, escudándose en unas leyes que creen inamovibles, cuando son normas de convivencia para vivir en sociedad, PACTADAS
Esto ocurre porque la región mas rica de España , conseguido con el apoyo económico y material de todos los españoles, se quiere quedar con un trozo de España y con todo lo que hay dentro, QUE ES DE TODOS LOS ESPAÑOLES. Y pá tapá lo del 3%, claro.
La ley no es inamovible, y España es de los pocos países europeos en los que se puede cambiar la constitución a través de un proceso constituyente. Ese es un camino civilizado que pueden recorrer los partidos políticos con rigor y responsabilidad. Pero parece que eso es mucho pedir a los cenutrios supremacistas que aspiran a una independencia a la que no tienen ningún derecho y no se le reconoce ni en la constitución española ni en ninguna instancia internacional.