Esta técnica no es nueva. Ya se ha utilizado en algunos estudios para conocer el avance de una gripe convencional en un grupo poblacional elevado. ¿Cómo? Con lo que en apariencia son un teléfono móvil normal o un reloj de pulsera.
Realmente, además de dar la hora o ayudarnos a llamar, tienen la tecnología que puede obtener datos en tiempo real de parámetros que pueden indicar si nuestra salud se resiente. Al conocer qué síntomas son los que aparecen en el caso de una persona contagiada de COVID 19, se puede ayudar a predecir si conviene acudir al médico e incluso aplicar un protocolo de aislamiento para evitar propagar el virus.
Lo que se sabe a día de hoy es que estos dispositivos pueden aportar datos pero no son (aún) lo suficientemente precisos como para acertar con el diagnóstico. Los parámetros que registran son la temperatura corporal, el ritmo cardiaco y la saturación de oxígeno en sangre.
Con esos datos ya se tiene una aproximación para detectar que nuestro cuerpo se está activando para defenderse de (por ejemplo) un virus. Y aunque esto sucedería en un paciente asintomático, sí que puede ayudar a actuar de inmediato aislando al sujeto y evitando así -si en efecto fuera un portador del virus- de contagiar a otras personas de su entorno. El factor tiempo es determinante para evitar la cadena de contagio.
Todo está aún en una fase de pruebas, embrionaria, puesto que los estudios previos no han llegado a perfeccionar tanto la fiabilidad de los datos recogidos. Además, aún existen algunas dudas razonables del uso de la privacidad de los datos que registran estos aparatos.
Mientras vamos desescalando, en países como Estados Unidos se afanan en calibrar esta tecnología que se viste (wearable en inglés) para que la vuelta a la normalidad sea más “normal” y segura.
