Afrontar el envejecimiento, al igual que cualquier otra etapa de la vida, requiere de madurez sabia y emocional: no hay una receta o unos pasos que se puedan seguir. Podríamos sugerir la tan conocida inteligencia emocional, que hace referencia a la capacidad de ‘actuar sabiamente’ en las relaciones humanas, regulando nuestras emociones a la hora de solucionar problemas y afrontar dificultades. Hay estudios que demuestran que la mayor madurez emocional se obtiene en la vejez, después de tantas y diversas experiencias vividas en primera persona. Esta inteligencia emocional lleva a afrontar la vejez, la enfermedad y la muerte de forma apacible, como una etapa más de la condición humana. Los ancianos de hoy en día son un ejemplo de esta inteligencia emocional: sufrieron una guerra, una postguerra y muchas dificultades familiares, sociales y económicas. Hemos sido tolerantes al desengaño, a la demora y al sufrimiento. Ha sido una generación nacida para vivir y para luchar.
Pero nos da miedo la palabra vejez o ancianidad.
Llegar a esa situación, a esas edades de los 80 o 90 años eso es algo magnífico, un éxito, un triunfo de la vida. Cada vez hay más personas mayores, y eso es un tremendo éxito», recalcó un geriatra, quien recordó que España tiene una de las esperanzas de vida más altas del mundo, en torno a 84 años para las mujeres y 80 para los hombres
¿Qué sucederá dentro de unas décadas, cuando las nuevas generaciones criadas en el confort, el lujo y la inmediatez lleguen a viejos? ¿Tendrán esa inteligencia emocional? ¿Habrán sabido asimilar los recortes, las crisis, la falta de derechos humanos como el paro, la precariedad, que ya no tendrán una pensión como nosotros?
A estas alturas de la vida ya tenemos que haber superado casi todos los miedos. Pero seguimos teniendo miedo por nuestros hijos o por los nietos, ¿qué será de ellos? ¿Tendrán trabajo, tendrán medios de vida? En estos últimos años, nuevos estudios, afirman que se puede llegar a los 90 y más con plena lucidez.
No se trata pues de añadir años a la vejez, sino de añadir VIDA a los años, es decir, la calidad de vida a la que se puede llegar.
Añadir VIDA a los años
