Amig@s turistas que llegáis a Menorca. No es fácil adaptarse a la velocidad y al ritmo de la Isla. Lo sé. Uno, acostumbrado como está a pitar al coche de delante cuando la luz de peatones ya parpadea en cualquier semáforo de Madrid o Barcelona, no puede llegar aquí y a los 20 minutos adaptarse a semejante cadencia. Lo entiendo. Pero, ¿qué pasa cuando ya lleváis unos días en Menorca? ¿Y si vienes cada verano, amig@ turista?
Si es así, es imposible entender tu nivel de estrés. Que a las 10.00 horas ya estés mordiendo el culo de cualquier vehículo en la carretera general. Nunca serás el primero en llegar a la playa de Cala Mitjana, invadida ya a esa hora. Relájate. Tampoco ganarás mucho tiempo si tratas de adelantar en línea continua al tractor que acaba de salir de la finca, porque a los arenales que viste en aquel artículo de National Geographic ahora solo se llega en autobús.
Respeta a los ciclistas y no grites en los supermercados. Los menorquines no están sordos, lo que pasa es que son discretos. Trata bien a los camareros y no hagas mucho caso de Google Maps, porque esa carretera secundaria que te marca el GPS para atajar hasta Binibeca también la tienen señalada otros 200 coches de alquiler.
Si eres capaz de llegar a una playa, no es necesario que pongas la toalla a un palmo del vecino. Vete atrás, apártate del resto y descansa con un buen libro.
Tampoco entiendo esa necesidad de intentar reservar en tres restaurantes a la vez por si los otros están completos. No te fíes de los que, de entrada, te digan que no tienen mesa hasta septiembre. Hay cientos de buenos restaurantes y locales en Menorca, no todo acaba en ese rincón de Cala Morell que viste en Instagram. Y cuando acabes de cenar, no vuelvas a correr con el coche.
La cuestión es bien sencilla: si eliges Menorca porque buscas un sitio tranquilo, cargado de paz, con un entorno natural y salvaje y en el que puedas olvidar el estrés, ¿por qué estás tan estresado? Reflexiona, amig@ turista.
Carta a los turistas estresados
