2×3=6. Seis son las semanas que lleva Menorca en situación sanitaria de nueva normalidad, según se desprende de la última actualización del “Informe de indicadores principales de seguimiento de la covid-19” que publica el Ministerio de Sanidad. La incidencia acumulada a 14 días se sitúa en 25,7 casos por 100.000 habitantes, (9,64 a 7 días), con un único paciente hospitalizado en la UCI y una capacidad de trazabilidad de los contagios en el 83,3 por ciento de los pacientes.
Sin embargo, revisión tras revisión, el Govern defrauda las expectativas de los menorquines y agota la capacidad de resistencia del Consell Insular (no le arriendo la ganancia a su presidente, Susana Mora), al practicar una suerte de ninguneo, sutil e injustificado, que desprecia el potencial de la administración cercana. Flaco favor hace el Ejecutivo de Armengol a sus compañeros insulares escuchándolos, pero posponiendo sistemáticamente la respuesta a sus peticiones, sin ofrecer ninguna medida alternativa que les permita reivindicarse ante sus administrados y les de un balón de oxígeno. (El mismo favor que Pedro Sánchez está haciendo a los gobiernos autonómicos, por otra parte).
No hay prioridad en la vacunación en comunidades turísticas. Ok, exijamos, entonces, que se priorice al funcionariado, por ejemplo, y devolvamos bienestar a los ciudadanos permitiendo que puedan realizar sus gestiones con la Administración personalmente, de paso ampliaríamos el porcentaje de población vacunada. No flexibilizamos los horarios en la restauración porque entendemos que favorece la relajación social y contribuye a la transmisión. De acuerdo, pero ampliemos el aforo de las manifestaciones culturales y las competiciones deportivas para que la gente tenga opciones de ocio controlado y pueda sobrellevar mejor la fatiga pandémica (y, por supuesto, no tengamos el mismo aforo para teatros y competiciones en una isla con una IA de 25 casos que en otra que alcanza los 59, porque es un agravio que abona la desafección y la desesperanza).
¿Puede el Govern ser un poquito más atrevido y abrir la mano en actividades que se han revelado seguras por su cumplimiento riguroso de las medidas de protección y que pueden contribuir a una economía más diversificada, a la recuperación de puestos de trabajo, de la capacidad recaudatoria y de la salud mental de los ciudadanos? ¿Hay que fiar la recuperación económica a futuras ayudas y seguir estrangulando el sector productivo de todo el Archipiélago en vez de potenciar el de las islas que tengan mejores indicadores sanitarios, cuyos beneficios redundan, vía tributos, en el conjunto de los baleares? ¿No conoce todavía nuestro estimado Iago Negueruela eso de que “entre poc i massa, la mesura passa”?