En estos últimos meses hay tal maremágnum y profusión de noticias que, muy posiblemente, los medios no hemos dado la importancia que sin duda merecería a un informe que se presentó el pasado jueves, el Estudio Renova sobre hábitos de lectura en el WC, cuya principal conclusión es que al 95 por cien de los españoles nos gusta leer cuando estamos sentados tranquilamente en la taza del inodoro. Seguramente, yo debo de formar parte del cinco por cien restante.
Los datos que ofrece este interesantísimo estudio, a medio camino entre lo literario y lo escatológico, fueron obtenidos a través de una encuesta que se realizó entre mayo y junio a casi seis mil personas, en la Feria del Libro de Madrid y, en el resto de España, a través de las redes sociales. Nunca estaré lo suficientemente agradecido a Renova, multinacional europea de productos derivados del tisú, por haberme descubierto una realidad de la que hasta hace unas pocas horas lo desconocía prácticamente todo.
Precisamente, otro de los datos de este trabajo que llamó poderosamente mi atención fue que uno de cada siete hogares españoles tiene material de lectura de forma permanente en el cuarto de baño. Seguramente, yo debo de formar parte de los seis hogares españoles restantes.
En cuanto al soporte preferido para leer en el WC, el citado informe señala que el libro tradicional es la primera opción para casi la mitad de los encuestados. A continuación, se sitúan quienes prefieren el teléfono móvil, con un 27 por cien; los que optan por el libro electrónico, con un 14 por cien, y los que se decantan por las revistas o por los periódicos impresos, que se quedan en un nueve por cien. En este punto concreto, nada dice el estudio, por cierto, acerca de si todas esas lecturas y otras se hacen o no con mascarillas y con guantes.
Probablemente, el aspecto quizás más controvertido de este informe sean las comparaciones que se establecen entre los habitantes de las distintas comunidades autónomas. Uno de los datos que se ofrecen en ese sentido es, por ejemplo, el de quiénes tardan más y quiénes tardan menos en el baño. Como no quisiera contribuir desde aquí a crear posibles agravios comparativos, creo que es mejor pasar casi de soslayo sobre esta parte del estudio. Aun así, sí puedo decirles, con orgullo, que los isleños somos los más cibernéticos de España en el WC, pues recurrimos a soportes digitales en el 49 por cien de los casos. Seguramente, yo debo de formar parte del 51 por cien restante.
Por lo que respecta a los géneros literarios más leídos mientras nos encontramos en el baño, el thriller es claramente el que cuenta con más adeptos, tanto entre hombres como entre mujeres. También están bien situados, aunque ya a una cierta distancia, la novela histórica, el cómic y la novela romántica. Dos géneros minoritarios que también tienen su público en esos momentos tan íntimos y especiales son, según el informe, la poesía y el cantar de gesta —sic—. En cambio, no aparece ninguna referencia al género didáctico ni tampoco al género dramático, que son dos ausencias que ahora mismo no sé muy bien cómo interpretar.
Como suele ocurrir siempre en estos casos, después de haber leído todo el estudio decidí entrar en Google para intentar recoger más información sobre el asunto que hoy nos ocupa. De ese modo, descubrí, por ejemplo, que leer en el baño puede ser beneficioso para la salud, ayudando a nuestra relajación, aunque también puede ser perjudicial, en especial si pasamos mucho tiempo sentados. Y como en Google un tema específico te acaba conduciendo casi siempre a otros temas más o menos colindantes, me pasé buena parte del día de ayer leyendo también diversos textos sobre estreñimientos, diarreas, ambientadores, toallitas, bifidobacterias y tránsitos intestinales.
Para decepción, quizás, de algunos de mis lectores, he de reconocer que ninguno de esos textos los leí en el cuarto de baño, sino esencialmente en la mesa del escritorio, en mi butaca orejera, en la cama de la habitación, en un café solitario y en el banco de un parque. Fue precisamente en ese mismo parque en donde también leí que el 99,9 por cien de los periodistas españoles considerados hoy con mayor proyección y mejor futuro no suelen hablar casi nunca de estos temas. Seguramente, yo debo de formar parte del 0,1 por cien restante.