Al llegar la noche, poder dormir bien debería ser lo normal, o al menos lo deseable, para así poder levantarnos luego descansados a la mañana siguiente. Y mucho mejor aún sería tener bellos sueños de manera habitual y acordarnos de que los hemos tenido justo después de sonar el despertador. Y ya puestos a pedir, lo que seguramente nos haría dichosos de verdad sería que los mejores sueños se repitieran cada noche, en especial aquellos que intuimos que, por una razón u otra, nunca llegarán a hacerse realidad.
El ideal sería, básicamente, poder dormir como un lirón o como un bebé, descansar un mínimo de siete horas y ser poco propensos a las pesadillas, aunque me temo que esa suele ser más la excepción que la regla, al menos en muchos de nosotros. Además, quizás sea precisamente ahora, en verano, cuando más nos cuesta dormir, esencialmente por el calor, aunque haya también a veces otras posibles causas, algunas de carácter más o menos apasionado y romántico, y otras de carácter más bien económico o social.
El exceso de emociones, de preocupaciones o de ruidos nunca suele ser un buen compañero de cama para lograr nuestro anhelado descanso nocturno. Cuando esas situaciones se dan, siempre cabe la posibilidad de leer textos hoy ya clásicos en Internet como «Los 20 mejores trucos para dormir mejor y conciliar el sueño». Entre dichos trucos no se citan, por cierto, tomar un vaso de leche con miel o contar ovejitas con suma paciencia, pese a que son dos remedios que a mí siempre me acaban funcionando.
Con todo, son las personas que trabajan en turnos rotativos las que, en general, suelen tener más problemas a la hora de intentar conciliar el sueño de forma adecuada, ya que se acaban resintiendo del hecho de laborar unos días por las mañanas, otros por las tardes y otros por las noches. Yo trabajé así cuando era joven, como coordinador de vuelo de Iberia en Son Sant Joan. Y aunque fue mi época profesional quizás más feliz, todavía hoy no me he acabado de recuperar del todo de aquellos continuos cambios horarios.
Mi mejor solución en aquellos años para intentar recuperar las horas de sueño perdidas era hacer una reparadora y prolongada siesta, una costumbre que ya nunca perdí y que sigo manteniendo aun ahora, incluso reforzada. De hecho, hasta hace poco estaba además convencido de que los beneficios de hacer la siesta diariamente eran inmensos, pero hace unos días leí que es mejor no convertir la siesta en un hábito, sino sólo hacerla cuando realmente uno crea que la necesita.
Seguramente sea así, pero en estos tiempos en que casi todos estamos cada vez más cansados y agotados —no necesariamente sólo por culpa del insomnio o de la falta de sueño—, la siesta ha ido ganando adeptos de forma firme y progresiva, hasta llegar a convertirse casi en una nueva religión laica. Yo mismo, sin ir más lejos, la practico dichosa y felizmente todos los días.
… emponzoñar a la querida siesta con esa presuntuosa denominación de “religión” laica, es penoso… las palabras hábito o costumbre, son vocablos harto suficientes para evitar tener que sacar a colación siempre el estúpido tema de las creencias… que nunca serán laicas… un respeto por el sano laicismo, que es el estado normal del ser humano… en cuanto al tema del sueño, olvidaron mencionar que el recurso al sexo es el mejor somnífero que hay… salu2