Una de las cosas que me fascinan en la vida es la capacidad de transformación que tenemos las personas. De niña recuerdo sentir fascinación por aquellos extraños gusanos que vivían en cajas de zapatos y alimentábamos con hojas de morera y que, un buen día, se escondían del mundo para regresar a él, algunos días más tarde, convertidos en un animal diferente. ¡Un animal que podía volar!
Y aquello, que en su momento me pareció pura magia, resultó ser la vida.
El lenguaje siempre me ha fascinado; su sonoridad, su complejidad, su poder… ¿Cuántas veces unas pocas palabras nos han hecho reír? ¿Cuántos te quiero nos han salvado la vida?
Como coach ontológico tengo la gran suerte de trabajar con y para las personas. Hoy en día se le llama coach a muchas cosas distintas que no tienen nada que ver, me recuerda al boom de hace algunos años, cuando a todo se le etiquetaba de ecológico. En fin, ése es otro tema…
El coaching ontológico es una técnica, un entrenamiento que se basa principalmente en el lenguaje para entender de qué manera vemos el mundo. Los coaches ontológicos escuchamos aquello que nuestro cliente dice y también lo que calla y la manera en que lo hace para mostrárselo. En las sesiones de coaching se da un aprendizaje; el de la persona que toma consciencia de cómo está viendo la realidad en la que vive y de quién está siendo en ella. El poder de este aprendizaje reside en que cuando soy consciente de las gafas a través de las que estoy viendo el mundo, puedo probarme otras, aunque sea solo por un ratito, y ver la realidad de una manera diferente me permite tomar decisiones y llevar a cabo acciones distintas. Me permite, por lo tanto, actuar de otra forma.
Al fin y al cabo, ¿qué es la realidad sino la interpretación que cada uno hacemos del mundo?
Para mí es apasionante adentrarme en la manera en que cada una de las personas con las que trabajo entienden la vida mediante la forma en la que hablan de ella. Y es que hay tantos mundos como personas vivimos en él.
Recientemente, un cliente me decía que, a sus cincuenta y muchos, se ha dado cuenta de que no sabe lo que es la ilusión. Otra me impactó al hablar de su padre como alguien que había ‘sufrido la vida’ y un tercero me regaló una cara de asombro mientras decía “claro, ¡es que lo que haga en mi vida, depende de mí!” Menudas declaraciones, ¿no?…
Y lo mejor de todo esto, la gran ventaja competitiva que tenemos las personas en relación a los gusanos de seda es que podemos elegir entrar en la crisálida cuantas veces queramos y salir de ella una y cien veces con las alas de colores diferentes cada vez. Lo más importante es querer hacerlo.
Una de las cosas que me fascinan en la vida es la capacidad de transformación que tenemos las personas. En particular los que decidimos ‘vivir la vida’.
… venga… hagámoslo…