En el aniversario de la pandemia, – y en pleno auge del comportamiento miserable de algunos seudolíderes políticos adictos a la Koldo-abalo-manía-, me consuelo y recupero reflexiones de aquellos dramáticos días. La pandemia fue demoledora pero fue también muy pedagógica. La esperanza y la empatía se contagian más que la maldad, la codicia y el egoísmo. Y además nos hacen más fuertes. Si algo hemos aprendido de la pandemia es el rescate conjunto y social de lo que valen y significan la esperanza, la empatía, la compasión y el agradecimiento. Estaba ahí pero el miedo, la incertidumbre y la muerte fueron los estímulos para que, tomando conciencia de nuestra caja de herramientas emocionales, optamos selectivamente por usar todas aquellas que más nos podían servir para adaptarnos.
Y además lo hicimos todos a la vez, de forma compartida, generando un ciclo de energía positiva que nos alimentó y nos hizo más fuertes. Tomamos conciencia de que todos fuimos fuente de luz y que proyectamos para alumbrar en el duro camino individual y colectivo que recorrimos, en aquellos tramos difíciles de la autopista, que es la vida en el que no caben atajos. Tuvimos más que nunca que caminar juntos, creando un rastro cuyos mojones son el mejor testimonio de nuestra resiliencia individual y compartida. A
prendimos a cuidarnos y a cuidar a los demás. Porque cuando nos estamos ocupando de nosotros, lo estamos haciendo de todo lo demás. Por eso además de aquella dimensión social fue muy importante conectar con la dimensión espiritual de la crisis, tuvimos el aspecto del águila, que, desde arriba, lo ve todo y más ampliamente. Porque, aunque el cielo esté siempre arriba, solo hace falta levantar la vista y contemplarlo. No tenemos que olvidar de que todos nosotros hicimos algo muy importante, algo por lo que merece la pena vivir y es que el cielo lo construimos, aquí en la tierra, a través de nuestra generosidad y empatía compartida. Entramos juntos en la pandemia y salimos juntos. Algunos con Trastorno Hijoputático de la personalidad, hay que reconocerlo, más millonarios. Pero quizás un breve relato, – muy conocido-, de lo poderosa que es la empatía compartida sea más ilustrativa:
Diferencia Cielo/infierno
Un rabino habla con Dios acerca del cielo y el infierno. Dios le dice :
Ven te mostraré el infierno.
Fueron a una sala donde un grupo de gente estaba sentada en torno a una enorme olla de arroz brut (pobler), más que suficiente para todos ellos. Todos estaban famélicos, desesperados y muertos de hambre. Aun así, nadie comía. Cada uno sujetaba una cuchara que alcanzaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango más largo que su propio brazo, de suerte que no podía emplearse para llevarse el arroz a la boca. El sufrimiento era terrible. Al cabo de un rato, Dios le dijo:
Ven te mostraré el cielo.
Entraron en otra sala, idéntica a la primera: la olla de arroz brut, el grupo de gente, las mismas cucharas de mango largo. Pero allí todos estaban contentos y bien alimentados. No lo entiendo, dijo el rabino. ¿Por qué aquí todos son felices y en la otra sala son desgraciados, si todo es igual?
Dios sonrió.
ES MUY SENCILLO. AQUÍ HAN APRENDIDO A DARSE DE COMER UNOS A OTROS.
Recuerden “el que tiene un porqué, es capaz de soportar cualquier como”
Posdata: Ahora la zona oscura de la pandemia ha saltado a los medios, con el famoso fraude de las KOLDOMASCARILLAS, mostrando la cara B del ser humano, la que va ligada a la mentira, la manipulación social, el egoísmo, la codicia y la maldad. En un escenario en el que el Gobierno maquilló las cifras de muertes reales, (según el periódico sanitario Redacción Médica: Los muertos ‘reales’ por Covid-19 en España triplican la cifra oficial), en el que murieron 150 médicos en activo y muchos sanitarios por falta de equipos de protección, descubrimos, la actuación obscena y nauseabunda de algunos seudolíderes políticos, que cual orcos desaprensivos, dilapidaron muchos millones comprando material inadecuado a empresas que no tenían que ver con el sector sanitario. Nunca tan pocos hicieron daño a tantos. He ahí la otra cara de la empatía y la compasión. No nos lo merecemos ni nos merecen. Espero que la justicia les dé su merecido, que los ciudadanos se acuerden en las próximas elecciones europeas y que les hagan invisibles.
Recuerden: aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.
… cierto, no olvidaremos a Ayuso y su gestión nefanda de las residencias de ancianos… y votaremos en las europeas en consecuencia… hale, dejando de lado las tonterías esas de tirarse las mierda a la cara porque se acercan elecciones, convendría recordar, eso sí, el dato que siempre se tapa y nunca se menciona en las tertulias ni se acuerdan los tertulianos… que durante la pandemia hubo un escándalo mayúsculo que no ha sido suficientemente estudiado ni explicado = el por qué se desviaron las primeras vacunas a los aprovechados del clero, como el OBISPO de Mallorca, que con todo el morro se saltó la cola, poniendo en riesgo a nuestras ancianas abuelas que iban delante, porque algún memo integral consideró que eran “vips, personas importantes” para la sociedad, esos garrulos inútiles que viven en los mundos de Yupi, cuyo reino no es de este mundo, pero mira cómo corrieron a ponerse la vacuna, acostumbrados comos los tienen a tener dispensa papal para todo… lo dicho, esos miembros del clero, unos impresentables, pero los médicos y políticos que decidieron aceptar vacunarlos antes que a los demás por ser quienes eran -increíble-, un PALO bien gordo, y que un día sepamos quiénes eran y por qué decidieron esa estupidez…