Una verdad es peor que una mentira si no se cuenta en todo su contexto. Encontramos esta semana la información extraída de la Contabilidad Nacional Trimestral de España publicada por el INE que dice que España ha salido de la recesión en el tercer trimestre del año tras crecer un 16,7%. Verdad. Se trata del mayor avance trimestral en la serie histórica del INE desde 1970. Verdad.
España sale de la recesión técnica tras dos trimestres consecutivos en negativo. El consumo de los hogares tuvo una subida histórica del 20,7%. Verdad. Aprovecha esa verdad la vicepresidenta tercera de Asuntos Económicos, Nadia Calviño para destacar la “fuerte reactivación del PIB español” y que “contamos con una buena base para la recuperación económica”, continúa diciendo. Mentira.
Ni que decir tiene que esa recuperación es real y puntual. A la vez que una ficción, si no se explica en su contexto. Es un oasis en un desierto, tras una larga caminata sin agua y quedando aún tres desiertos por delante. Recuperación y reactivación en los labios de una vicepresidenta del gobierno son términos que podrían inducir a alguien a la esperanza. Deberían estar prohibidos en estos días.
Hablar de reactivación económica la misma semana que se ha impuesto un toque de queda o se han confinado poblaciones y barrios enteros, con todos sus comercios cerrados es incongruente y contraproducente. Los propietarios de esos negocios siguen pagando alquiler, personal y suministros. Con ingresos cero. Esa es la dura verdad.
No nos estamos recuperando porque venimos del submundo y el final de la subida no acaba en la superficie.
La población tiene derecho a saber la verdad, en todo su contexto, por dura que sea, sin maquillaje ni paños calientes. La verdad es necesaria para actuar en consecuencia.
Una parte de la anterior crisis me tocó lidiarla como Director Financiero de IB3, la televisión pública de las Illes Balears, la otra en la regiduría de Hacienda del Ayuntamiento de Palma. Si algo me agradecieron los acreedores es que les dijera la verdad a pesar de que, debido a la enorme bajada de ingresos, no iba a poder pagar los compromisos adquiridos en el pasado. Aunque esa verdad no fuera lo que esperaban oír y a pesar de que hubieran hipotecado la casa de su madre para llevar a cabo ese proyecto que le habíamos contratado, con el riesgo de desahucio por impago para la pobre octogenaria.
Con la verdad sabían a qué atenerse y si iban a estar seis u ocho meses sin cobrar, preferían saberlo desde ese momento para actuar en consecuencia. Así, podían buscar planes alternativos de financiación. Eso sí, si existía un compromiso de mi parte para pagar el día siguiente al fin de la moratoria que les ofrecía, mi deber era cumplir escrupulosamente. Con el paso del tiempo, aquella verdad y cumplimiento de mis compromisos me granjeó buenas amistades que aún conservo. A pesar de lo dura que fue la verdad.
La verdad es que según una encuesta de McKinsey, realizada en agosto a 2.200 empresas de las 5 primeras economías de Europa mostró que, al menos la mitad de ellas van a entrar en procedimientos de quiebra. Ese estudio fue antes de esta segunda ola que estamos viviendo.
No se puede decir que la economía española está experimentando una fuerte reactivación del PIB o que tenemos una buena base para la recuperación económica cuando somos la economía occidental que más baja según el FMI. Recuerden la economía de Champions League o los brotes verdes dichos fuera de contexto.
Viene un invierno muy duro y las falsas esperanzas harán que los incautos no busquen abrigo allí donde puedan. Es nuestro deber decir la verdad y es deber de los políticos decir que la verdad puede inducir a error si se saca de contexto. La verdad nos hará libres.