Ser periodista, trabajar en un medio de comunicación, un día como hoy provoca un sentimiento extraño. El día después de que doce personas mueran y once resulten heridas en un ataque terrorista contra la revista “Charlie Hebdo” en París. Desgraciadamente, éstas no son las primeras ni las últimas muertes que esta profesión apunta en la nómina de “caídos por la libertad”, pero parece especialmente sangrante por no haberse producido en el transcurso de un conflicto bélico ni en un país en vías de desarrollo donde las estructuras políticas y administrativas brillan por su ausencia, y por haberse cebado el atentado en un semanario satírico, una publicación que emplea la sonrisa, el humor, para denunciar todo aquello que considera incomprensible en la realidad que le rodea.
El ataque se ha producido en Francia, en el corazón de Europa, en el país que vio nacer el Estado moderno, donde se luchó por acabar con los privilegios feudales y por garantizar unos derechos básicos a todas las personas con independencia de su origen y condición. Y se ha cobrado bienes muy valiosos, doce vidas de entrada, pero también otros, quizás intangibles, pero de gran valor, como son la confianza y la seguridad, y la esperanza de que las sociedades avancen. Porque son ya muchas las injusticias cometidas a lo largo de los siglos en nombre de las religiones, y ésta no deja de ser una más. Como si no hubiéramos aprendido nada de una historia bañada de sangre a causa de una cruz o de una media luna, de la defensa de unas creencias haciendo todo lo contrario de lo que éstas propugnan.
Cualquier muerte violenta suele ser inútil, pero estas doce son muy inútiles. Siempre habrá apasionados de esta profesión- la de comunicar- que, pese a cambiar constantemente, se resiste a desaparecer. Personas que creen que con la palabra, la imagen, el sonido o un trazo de lápiz pueden cambiar el mundo, luchar contra la desigualdad, cultivar la esperanza. Y la convicción es un motor muy poderoso. Hoy todos somos un poco o un mucho “Charlie Hebdo” y con la voz que parte de su redacción ya no tiene, queremos expresar nuestra solidaridad con todas las personas y las familias que sufren las peores consecuencias de la falta de la libertad de expresión, y nuestra absoluta convicción de que al igual que no desaparecen los seguidores, también los más radicales, de Alá o Cristo, tampoco desaparecerán jamás los profesionales comprometidos en los medios de comunicación.
Me resulta curioso ver la hipocresía de los políticos del PP manifestándose y hablando de libertad de expresión, cuando hace tan solo cuatro días han aprobado la nueva ley de seguridad, la bien llamada ley mordaza, una ley tan totalitaria que limitara el trabajo e información de los medios de comunicación. El ministro Fernandez Diaz no cree en la libertad de expresión, sin duda alguna su ley va a coartar el trabajo de los fotógrafos y periodistas, limitando la libertad de expresión.