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21D: Entre el favor y el pulso

Un artículo de Lola Maiques


Hace justo un mes, en un artículo titulado “La cuestión catalana en tres ‘des’”, hablaba de desesperanza para referirme al futuro sobre la situación creada a raíz de la insistente petición por parte de Cataluña de gozar de una mayor autonomía que, aguijoneada por otras circunstancias, ha desembocado en el desafortunado “procés”.

El futuro próximo de hace un mes es hoy y sólo matiza esa desesperanza el hecho de que nuestra democracia imperfecta ha conseguido forzar la “maquinaria del Estado” para que la situación se normalizara mínimamente y se vislumbre al ¿final del túnel? una luz en forma de convocatoria electoral, la del 21D.

La matización es levísima puesto que esa “maquinaria” acusa una obsolescencia notable, con lo que sus “productos” adolecen de pequeños, y no tan pequeños, defectos de fabricación. Por si fuera poco, arrastramos un stock tan grande de incoherencias y vicios ocultos que difícilmente la ciudadanía dejará de apreciar esas taras.

Pese a ello, nada cambia. No ha empezado la campaña y ya hay un montón de líneas rojas dibujadas en el tablero.  La más gruesa, la trazada por Mariano Rajoy al asegurar que no se ha comprometido a reformar la Carta Magna sino a “hablar” de ello,  un diálogo que “en ningún caso puede ser un premio para quienes han pretendido liquidar la Constitución”.

A nadie que se crea mínimamente las bondades del Estado social y democrático de Derecho, le gusta el órdago que los partidos soberanistas han lanzado con el “procés”, pero las aspiraciones independentistas, más o menos mayoritarias, en Cataluña siguen tan vigentes como la percepción, allí y en el resto de España, de que el sistema emanado de la Transición está agotado.

Tanto es así que no puedo evitar pensar los catalanes harían un enorme favor al resto de España si los partidos que aspiran a representarles constituyeran un frente común -no unos para mantener el “statu quo” y los otros para obtener la independencia- para convencer al Gobierno de Rajoy de que hay que reformar la Constitución, y empezar a hacerlo, antes de que acabe su mandato.

Sin este punto, como primero y principal, en todo los programas electorales, el 21D volverá a convertirse en un pulso entre los que quieren “romper España” y “los que no”. Pulso democrático, legítimo, civilizado, pero un pulso al fin y al cabo, y con pocos visos de efectividad. Porque el ‘statu quo’ no da mucho más de sí- a menos que nos conformemos con sus resultados tarados- y el independentismo, de momento, tampoco.


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