Muchas empresas que ofrecían sus instalaciones para actividades como hacer deporte han tenido que reinventarse para sobrevivir. Por eso cada vez más iniciativas adaptadas al confinamiento están saliendo adelante. Centros de deporte o gimnasios ofrecen, a cambio de una cuota menor que la que suponía el uso de sus instalaciones, un servicio de mantenimiento adaptado al confinamiento en casa.
Supliendo los materiales que se pueden encontrar en las instalaciones y supliéndolo por objetos cotidianos o simplemente optando por otros ejercicios que no precisen tanta parafernalia. Se trata de mantener el contacto con el cliente, que éste no abandone sus hábitos de salud y que sobrevivan las empresas. Y está funcionando muy bien.
Aprovechando de nuevo los recursos de la emisión en directo a través de las redes sociales o de la videoconferencia, se mantienen muchas empresas en la isla que ofrecen una alternativa.
Los ejemplos se extienden en clubes deportivos, ejercicios de yoga, en academias de baile, en clases de informática, en talleres para aprender a hacer manualidades, en academias de música, en escuelas para aprender idiomas,… Ciertamente casi cualquier actividad extraescolar para los niños se ha adaptado rápidamente a la nueva realidad y, por supuesto, también se están beneficiando los padres.
Los psicólogos recomendaron desde un primer momento mantener una vida activa pese a quedarse en casa y los recursos de formación son casi infinitos a través de una conexión de internet o sea que la adaptación del modelo de negocio de muchas de estas opciones se están adaptando rápidamente a la nueva forma de acudir a la clase que corresponda.
Dentro de cada hogar supone también el adaptar espacios, marcar horarios y pautas que a veces cuestan más que otras, según cada unidad familiar o el espacio que disponga para poder desarrollarlo.
No obstante, las academias dedicadas al teatro recordaban estos días que siguen estando en una situación económica muy difícil en cuanto que no se vislumbra que en un futuro cercano se puedan desarrollar funciones, lo que era prácticamente la única posibilidad de rentabilizar su trabajo.