El fundador de la red social Telegram, Pavel Durov, ha sido arrestado en Francia por no haber aceptado censurar el contenido de la aplicación que el mismo creó. Piden 20 años de prisión para él. Casi nada.
El que sí colaboró con el gobierno de Biden es el fundador de Facebook. Mark Zuckerberg ha confesado en una carta que censuró la información que se publicaba tanto en Facebook como en Instagram en lo concerniente a la Covid por presiones de la Administración Biden. Ahora dice que se arrepiente. Parece poner tierra de por medio con el gobierno actual ante una posible victoria de Trump dentro de unos meses.
Durante la pandemia no se permitió en ningún medio dar voz ninguna opinión en contra del discurso oficial, lo que demuestra que estábamos ante una decisión política pero no científica. La resistencia a ceder de Telegram le dio un impulso importante.
De haber sido una pandemia con origen científico se hubieran seguido las pautas que dicha disciplina requiere, es decir, debería sustentarse en los dos pilares del método científico: la reproducibilidad, es decir, la capacidad de repetir un determinado experimento, en cualquier lugar y por cualquier persona y la refutabilidad, toda proposición científica tiene que ser susceptible de ser falsada o refutada.
En la aparición y cura propuesta para la Covid ha habido ausencia total de refutabilidad y opinión contraria. Sabida la nula disposición al debate de las televisiones, de ahí se entiende la censura a los medios alternativos.
Es por ello que me inclino a afirmar que la vacunación contra la Covid fue una decisión política, orquestada por la Big Pharma, con Von der Leyen y su falta de transparencia en los contratos millonarios de compra de vacunas, como catalizador.
Mark Zuckerberg fue alumno aventajado en seguir las directrices del gobierno. También declara haber censurado información sobre el portátil del hijo de Joe Biden y toda la información que comprometía al ex presidente de Estados Unidos. Sin duda, haberle dado veracidad a esa información habría puesto en peligro la elección de Joe Biden como presidente.
Recordemos que ese ordenador guardaba miles de correos electrónicos de su hijo, Hunter Biden, en los que se evidenciaba que aprovechó su apellido para hacer negocios en el extranjero y recibía jugosas comisiones por intermediar. Así mismo, el portátil guardaba fotografías comprometedoras del hijo del presidente con chicas extremadamente jóvenes.
Cuando se responsabiliza y persigue a quién creó el canal de comunicación y no al creador de los contenidos, podemos afirmar que la libertad de expresión y la verdad están heridas de muerte.
La detención de Pavel Durov, fundador de Telegram sería equiparable a si detuvieran a quien creó la máquina de escribir, Internet o el bolígrafo porque son canales de comunicación que, en ocasiones, han servido para comunicar y recoger contenido enfrentado al discurso oficial.
Si acaso, los creadores de ciertos contenidos serían quienes deberían ser censurados, pero nunca los creadores de la plataforma tecnológica puesta a su disposición.
Otra analogía sería culpar al creador de Bitcoin por el uso ilícito de su moneda o, de la misma manera, al creador del dinero fiat (el propio gobierno y bancos centrales) por haberse realizado pagos ocasionales por secuestros o por tráfico de estufacientes con billetes de euros o dólares.
La tecnología no es ni buena ni mala, de hecho, suele ser beneficiosa para el avance y la productividad de un país. Son las personas que las usan las que incurren en comportamientos admirables o reprobables.
Pero vayamos a la gravedad del caso Facebook-Telegram ¿Cuántas personas tomaron decisiones sobre su salud durante la pandemia en base a información censurada y que, no haber ocurrido, podría haber influido en ellas?
¿Por qué tiene que pagar con la cárcel el fundador de una plataforma que no se arrodilló ante los de arriba cuyo pecado fue fomentar la libertad de expresión de sus usuarios?
No subestimen esta noticia. El poder que tiene Facebook o Instagram sobre la opinión de sus usuarios es enorme. Ya se vio cómo influyó en el Brexit y en las elecciones de Estados Unidos de 2016 en las que ganó Donald Trump.
Su censura ha influido en la decisión de miles de ciudadanos que no han tenido la información necesaria para decidir. Se censuraron contenidos de prestigiosos científicos, virólogos y médicos que no comulgaban con el discurso oficial. Hasta se sombrearon artículos de prestigiosas revistas científicas como el British Medical Journal y otras, cuyos artículos ponían en duda la solidez de las vacunas. Por eso la gente pensó que había unanimidad científica respecto a la vacuna de la Covid, cuando no era así.
Recordemos que Facebook es Meta y Meta es Blackrock, al igual que las grandes farmacéuticas son Blackrock. Silenciar la información contraria al discurso oficial es ir en contra de la cuenta de resultados de las farmacéuticas.
Mientras tanto arrasan la gente está entretenida con piñas y Mercadona o se discute en televisión si todos los hombres son potenciales violadores. Así estamos entretenidos con chorradas y nos pasa inadvertido el descarado recorte de libertades que estamos viviendo y el mundo lleno de pobreza intelectual que estamos dejando a nuestros hijos.