Ha sido (mala) noticia por sus excesos verbales Carlos Pons Camps de la Comisión Ejecutiva de EM-EU (Izquierda Unida) que fue candidato de “Unidad Popular” en las elecciones de Diciembre pasado y ha publicado amenazas tan agresivas y despreciables como esta:
«Todavía quedan, como mínimo, unos 10 millones de ignorantes a exterminar antes de volver a celebrar unas elecciones» (sic.).
Además anunciaba que «como tengamos que ir a nuevas elecciones» -dirigiéndose a aquellos que «y encima votéis» lo mismo (que en las elecciones del 20 D)- «habrá sangre… Lo prometo!». Aunque aparte los entrecomillados textuales aún lo expresaba en términos más groseros e insultantes.
En los excesos verbales de Pons están omnipresentes los tópicos de la más rancia y periclitada vieja política marxista-leninista, que tantas calamidades provocó el siglo pasado cuando se predicó y practicó el exterminio de clases sociales enteras con independencia de la edad y circunstancias personales de las personas que formaban parte de las mismas y se persiguió a millones de seres humanos por su ideología, simpatías políticas o creencias religiosas.
Forzado por el aluvión de naturales críticas a sus repulsivas amenazas, el prócer en cuestión –ha escrito una nota exculpatoria “dels partits dels quals sóc militant” que enumera: “Ara Maó, Esquerra de Menorca, EUIB, Unitat Popular i Izquierda Unida”- esbozando unas “disculpes” tan poco convincentes que, si nos descuidamos, la culpa de su incontinencia verbal será de “els titulars” de las informaciones “que estan oferint els diferents diaris, tan insulars, autonòmics i estatals” sobre sus amenazas. Y encima pretende presentarse como una especie de víctima lanzando acusaciones gratuitas, pretendiendo en definitiva que tengamos las fenomenales tragaderas necesarias como para admitir sin pestañear que las lógicas críticas que ha recibido por sus indecentes manifestaciones “responen totalment a l’interès de tergiversar les meves paraules per desacreditar-me a jo personalment i als partits als quals he representat en algun moment”.
Cómo -si el integrante de la comisión ejecutiva de Esquerra de Menorca y número tres de las listas de Unidad Popular en las pasadas elecciones generales Carlos Pons Camps- no se bastase y sobrase solito para “desacreditarse” él mismo. Cómo si no fuera el único responsable de sus propias palabras y cómo si no le fuese imputable también a él, y únicamente a él, cualquier daño colateral o “descrédito” que –sin merecerlo- pueda extenderse a los partidos o coaliciones a las que pertenece como consecuencia de sus repelentes manifestaciones públicas.
Quede claro que aquí no ha habido “males interpretacions”, sino “malas” ideas, “malas” expresiones, un “mal” lenguaje amenazador, agresivo, insultante, miserable y coactivo de Pons. Y después unas “disculpas” tan postizas por su parte que están plagadas de acusaciones e impregnadas de prepotencia y constituyen en sí mismas otra espectacular metedura de pata.
Lo que no explica Pons es que “buena” interpretación puede hacerse de su expresión «todavía quedan, como mínimo, unos 10 millones de ignorantes a exterminar antes de volver a celebrar unas elecciones» o de su promesa de que «habrá sangre» si la gente no vota lo que a él le dé la gana. ¿Qué “buena” interpretación puede hacerse de la utilización por su parte de un lenguaje parecido al que utilizaban Lenin, Stalin, Mao o Pol Pot*?
El marxismo es una aberración ideológica que concibe un mundo dividido entre “buenos” (proletarios) y “malos” (burgueses).
El marxismo-leninismo es una variante de esa aberración ideológica, que concibe un mundo dividido entre “buenos” (proletarios con “conciencia” de clase o comunistas) y “malos” (burgueses y proletarios sin “conciencia” de clase). Y su objetivo proclamado es el de imponer la dictadura del proletariado y exterminar a los burgueses.
El marxismo en sus diferentes formas, tiene pues el elemento básico común a todas las sectas: En un círculo vicioso, los sectarios se consideran por definición infinitamente mejores que los demás, precisamente por su pertenencia a la secta. Y Carlos Pons Camps, no sólo ha vertido unas amenazas de indudable sectarismo a través de Facebook, sino que además, en una exhibición de irresponsabilidad, ha reiterado el carácter sectario de sus primeras manifestaciones públicas mediante una supuesta “disculpa” a través de la cual, en realidad, ha intentado endosar a otros su inequívoca responsabilidad en la autoría de esas desafortunadas amenazas, acusándolos de “tergiversar”, “mal interpretar” y ocasionarle un “desprestigio” que en cualquier caso él mismo se ha ganado a pulso.
Joan Triay
- Lenin teorizó y practicó el método criminal de recurrir a la eliminación física del adversario, aplastando el más leve atisbo de disidencia que se atreviera a cuestionar la “dictadura del proletariado”. Por primera vez en la historia de la humanidad, millones de personas fueron asesinadas por el simple hecho de haber nacido en el seno de la “clase burguesa”, ser católicos, protestantes, mencheviques, anarquistas o “kulaks” (pequeños campesinos).
Los esbirros de Stalin, en sistemática aplicación de las tácticas leninistas procedieron al exterminio de varios millones de pacíficos campesinos ucranianos y a otros varios millones de seres humanos pertenecientes a las etnias rusas, bálticas, caucásicas, moldavas, etc. La vesania de Stalin no tardó en alcanzar a sus mismos partidarios, pereciendo víctimas de las famosas “purgas” varios cientos de miles de comunistas “ortodoxos” que bajo la etiqueta de “fascistas” o “trotskistas” precedieron al “traidor” Trotsky, quién tan eficazmente había colaborado en pretéritas tareas represivas a las órdenes de Lenin. A la muerte de Stalin, cerca de 20.000.000 de seres humanos habían perecido víctimas de la represión soviética. Asesinados, o a causa de los malos tratos, deficiente alimentación y condiciones inhumanas de trabajo a las que fueron sometidos en el universo carcelario del “Gulag”.
Un número tres veces mayor de chinos encontraron la muerte por causas derivadas exclusivamente de la megalomanía genocida del “Gran Timonel” Mao. Una tercera parte de ellos durante “el gran salto hacia adelante”, al que la proverbial sabiduría popular del pueblo chino bautizó como “la gran hambre”, y que consistió, muy resumidamente, en imponer el abandono de las cosechas a amplias capas del campesinado con la consiguiente hambruna, para dedicarlas a la producción más o menos artesanal de un acero que resultó ser de pésima calidad. Entre los discípulos asiáticos de Mao, se encuentra en lugar destacado el camboyano Pol Pot, bajo cuya férula el partido comunista de la “República de Kampuchea Democrática” asesinó a más del 30% de la población del país. El “Jemer Rojo”, en una versión ampliada del odio genocida fomentado por la ideología marxista-leninista hacia la “burguesía”, “ejecutaba” “criminales” por el delito de llevar o haber llevado gafas, conocer el idioma inglés, haber vivido en determinados barrios de la capital, etc. Existe al respecto, una ilustrativa película basada en la realidad, cuyo título “Los Gritos del Silencio”, constituye, en sí mismo, una clamorosa denuncia de los millones y millones de víctimas ignoradas, para las que desde el oportunismo de lo “políticamente correcto” se impone el olvido de la ley del silencio.